Situada en Kyaiktiyo, en la región de Mon, se alza imponente, como si se sostuviese con un equilibrio asombroso entre la tierra y el aire uno de los lugares más venerados del planeta, la gran roca de oro.
Esta enorme roca tiene una altura de 6 metros y es el tercer lugar de peregrinación más importante para los budistas. Su origen se remonta a la época en la que vivió Buda, hace aproximadamente 2400 años, y ha permanecido inmóvil todo este tiempo a pesar de las inclemencias climatológicas y los fuertes vientos que azotan la zona.
Según cuenta la leyenda en uno de sus viajes al mundo terrenal, Buda entregó un mechón de pelo a un joven llamado Taik Tha, quien guardó el pelo de Buda hasta que decidió regalárselo a su rey pidiéndole que lo colocara en una gran roca que tuviera la forma de su cabeza. Se dice que el monarca con ayuda del rey del Cielo, Thagyamin, elevó la piedra desde el fondo del mar hasta el lugar que ocupa hoy día, y colocó el mechón de pelo de Buda en la pagoda que corona a la gran roca, de forma que ésta nunca se movió del lugar.
Y así continúa hasta el día de hoy. La tradición pasó de generación en generación, y miles de fieles comienzan una peregrinación desde el comienzo del otoño y hasta principios de primavera con la intención de entregar su mechón de pelo y revestir la roca con láminas de oro para lo cual deben atravesar un puente colocado sobre el vacío. La tradición budista cuenta que aquellos fieles que suban a la roca tres veces a lo largo de un año gozarán de una vida de opulencia y fama.
Budistas o no, no cabe duda de que es un lugar digno de admirar y de visitar, por su simbolismo, su historia, por el respeto que los budistas sienten hacia ella y como no, por esa curiosa forma de mirar hacia el vacío que la hace aún más imponente y grandiosa.
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